Carta del General Álvaro Obregón a su hijo

Carta del General Álvaro Obregón a su hijo Humberto al cumplir 21 años de edad, días antes de ser asesinado en La Bombilla, el 17 de julio de 1928.

 

 

Muy querido hijo:


Lo primero que necesitan los hombres para orientar sus actividades en la vida, para protegerse y defenderse de las circunstancias que les son adversas y que por causas ajenas a su voluntad convergen sobre su personalidad, es clasificarse. Clasificarse ha sido uno de los problemas cuyo alcance son muy pocos los que saben comprender; tú debes por lo tanto empezar por hacerlo y voy a auxiliarte con mi experiencia.

 

   Tu perteneces a esa familia de ineptos, integrada, con muy raras excepciones, por los hijos de las personas que han alcanzado posiciones más o menos elevadas, que se acostumbran desde su niñez a recibir toda clase de agasajos, teniendo muchas cosas que los demás niños no tienen, y van por esto perdiendo, asimismo, la noción de las grandes verdades de la vida y penetrando en un mundo que le ofrece todo sin exigir nada; creándoles, además, una impresión de superioridad tal que llegan a creer que sus propias condiciones son las que los hacen acreedores de esa posición privilegiada.

 

   Los que nacen y crecen bajo el amparo de posiciones elevadas están condenados por una ley fatal a mirar siempre para abajo, porque sienten que todo lo que los rodea está más abajo del sitio en que a ellos los han colocado los azares del destino, y cualquier objetivo que elijan como una idealidad de sus actividades tiene que ser inferior al plano en que ellos dé encuentran; en cambio, los que descienden de las clases humildes y se desarrollan en el ambiente de modestia máxima, están destinados felizmente a mirar siempre para arriba, porque todo el panorama que les rodea es superior al medio en que ellos actúan, lo mismo en el panorama de sus ojos que en el panorama de su espíritu, y todos los objetivos de su idealidad tienen que buscarlos sobre planos siempre ascendentes: y en ese constante esfuerzo por liberarse de la posición desventajosa en que las contingencias de la vida los ha colocado fortalecen su carácter y apuran su ingenio, logrando en muchos casos adquirir una preparación que les permite seguir una trayectoria siempre ascendente.

 

   El ingenio que no es una ciencia, y que no se puede aprender por lo tanto en un centro de educación, significa el mejor aliado en las luchas por la vida y solo pueden adquirirlo los que han sido forzados por su propio destino a encontrarlo en el constante esfuerzo de sus propias facultades.

 

   El ingenio no es patrimonio de los niños o jóvenes que no han realizado ningún esfuerzo por adquirir lo que se necesita. El valor de las cosas lo determina el esfuerzo que se realiza para adquirirlas y cuando todo puede obtenerse sin realizar ninguno, se pierde la noción de lo que el esfuerzo vale, se ignora el importante papel que éste desempeña en la resolución de los problemas de la vida, y el tiempo que nos sobra nos aleja de la virtud y nos acerca al vicio; y este es el otro factor negativo para los que nacen al amparo de posiciones ventajosas.



Victor Yoalli

This is me.