Un día a la vez, siempre es un gusto platicar con Jou. Es increíble cómo coincidimos en los sucesos y aprendizajes del día; parece una sincronía cósmica.
Siendo jueces de nuestra propia vida, somos los más severos al criticarnos y auto-flagelarnos. No sé si te identificas, pero cuando lo identifico en mí, creo que no tiene mucho sentido hacerlo, porque en ocasiones no es cierto a tal grado como lo califico.
Evitar juzgar, especialmente a uno mismo, reconocer nuestras emociones, sentimientos, acciones o la falta de acción, y actuar para liberarnos de ellos y posicionarnos en un mejor lugar es esencial.
En una relación, ya sea amistosa, amorosa, o de cualquier tipo, al principio comenzamos conociendo, explorando, experimentando, muchas veces incluso poniendo a prueba la relación para conocer cómo es la otra parte: qué tan inteligente, débil, valiente, desafiante, divertida o extraña es, hasta llegar al punto en que los tenemos descifrados. Esto nos da cierta seguridad al saber cómo son, permitiéndonos entender sus gestos, tonos, letras, emojis e interpretar con simples sonidos o silencios lo que está pasando por sus mentes.
Esta situación puede llegar a un extremo en el cual podemos suponer momentos, emociones y situaciones con un simple gesto, una mirada, un suspiro o el inicio de una conversación, asumiendo que ya sabemos qué van a decir o qué va a pasar. Muchas veces esto es cierto, sobre todo a corto plazo.
El problema puede surgir de la creencia de que las personas no cambian, lo cual, dependiendo de cómo lo veamos, puede ser cierto. Las personas no cambian de la manera que nosotros queremos, ni podemos hacer que cambien según nuestros deseos.
Sin embargo, sí cambiamos; todos evolucionamos día a día. Algunos trabajamos en ser una mejor versión de nosotros mismos, mientras que otros nos esforzamos en hacer lo que nos gusta, lo cual no siempre nos hace mejores. Lo importante es reconocer que cambiamos. Debemos interesarnos por las personas que queremos y que ellas se interesen en nosotros, para darnos cuenta de que no somos la misma versión de nosotros mismos que éramos ayer, y mucho menos de hace un año o cinco años. En esencia, podemos ser los mismos, pero ya no somos tan deportistas como cuando éramos jóvenes, o todo lo contrario, ahora sí cuidamos nuestra salud, por mencionar un ejemplo que ilustra este punto.
No juzguemos, especialmente a nosotros mismos. Reconozcamos quiénes somos y actuemos para ser una mejor versión. Trabajemos en ser mejores, reconociendo que todos cambiamos. Conozcámonos a nosotros mismos y a los demás, no asumiendo, sino escuchando y hablando.